Me llamo Rebeca, vivo en un apartamento en SanMyshuno. Estoy casada con una persona que no amo. Una noche conocí a alguien especial y a partir de ahí empecé a escribir una historia: Rebeca, la princesa prometida. Soy una chica muy creativa, imaginativa, romántica. Sueño con una princesa, un príncipe y un hechicero. Mi vida está llena de lujos, riqueza, dinero, ropa elegante y bonita, pero no soy feliz. Me falta el amor. Vivo enjaulada en una burbuja de oro donde me refugio escribiendo cuentos de princesas, príncipes y brujos. El primer príncipe que conocí se llamaba Nathan. Aquí empieza mi leyenda. Prepárense queridos lectores para vivir aventuras.
Mi marido y yo vivimos en un apartamento en la zona rica de la ciudad. Él es el alcalde. Se llama Akira. Es un hombre inteligente, eso fue lo que me enamoró al principio; físicamente no es guapo ni feo. No es muy romántico, pero le gusta invitarme a restaurantes, dar paseos, viajar.
Siempre está muy ocupado con su trabajo y yo soy una mujer que ama salir de fiesta, divertirse, tener amigos. Mi marido disfruta hablando de su trabajo. No le agrada ir de juerga y solo asiste a eventos importantes con otras personas de gran poder. Tampoco le entusiasma bailar.
A mediodía, quise darme un baño en la piscina climatizada de nuestro apartamento. La piscina está en la planta de abajo. El agua estaba caliente como a mí me gusta. Tras unos largos me salí. Mi marido bajó a saludarme.
—¿Qué tal la mañana?
—Bien, como siempre. Fui al gimnasio. Me compré un vestido para la fiesta del gobernador. ¿Quieres verlo? —dije con una sonrisa.
—Luego me lo enseñas, pero seguro que estás preciosa—. Sonó aburrido.
—¿Te apetece ir a tomar algo, marido?
—Estoy cansado, Rebeca. Esta tarde debo pasarme por la oficina. —Siempre ponía la misma excusa.
—¿Te ha llamado Katty? —Katty era mi mejor amiga, la mujer de Alex. También trabaja en la alcaldía.
—Ahora la llamaré para salir mañana por la noche. —Esa noche debía llamar a mi amiga... En realidad, no íbamos a salir juntas, yo saldría sola a divertirme. Cogí el teléfono y marqué. Se oyó una voz preguntando:
¿Diga?
Hola, Katty ¿qué te cuentas?
¡Rebeca, qué sorpresa! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás, princesa? —Katty me llamaba como la protagonista de mi historia.
—Pues nada, aquí encerrada todo el día. Fui al gimnasio, pero me vine pronto... ya sabes cómo es mi marido, que no le gusta que salga de casa... necesito salir y divertirme, no sé, como otra persona normal, conocer a alguien.
—Entiendo cómo te sientes. Siempre te digo que si necesitas una amiga con quien hablar aquí estoy yo.
—Gracias, Katty —dije a punto de llorar, era la única persona que me comprendía en el mundo. Me sentía sola y rechazada, solo podía contarle mis secretos a ella. A Katty le encantaban las historias prohibidas que escribía a escondidas de mi marido.
—Eres una buena escritora y algún día con tu historia lograrás tu libertad. —Ella también lloraba al teléfono, nos quedamos en silencio un momento. Entonces le pregunté.
—Katty, ¿mañana me cubrirás?
—Claro, Rebeca.
—Gracias, mañana hablamos, Katty.
—Hasta mañana, Rebeca.
Colgué y fui a darme un baño relajante. Tras el baño, me asomé a la terraza, desde allí se veían las magníficas vistas de Sanmyshuno. A diario contemplaba el maravilloso escenario de rascacielos. Tenía tantas ganas de salir, ver mundo, disfrutar y pasarlo bien. Al día siguiente sonó el teléfono, era Katty.
Rebeca, estoy en Sanmyshuno. Hoy podemos ir al gimnasio juntas.
¡Qué bien, Katty! Nos vemos en un rato.
Solía ir al gimnasio de la zona rica. Algunas veces venía Katty conmigo. Allí estaba esperándome. Nos abrazamos emocionadas.
—¡Katty, has venido! ¡Te he echado tanto de menos!
—Yo también, Rebeca. Este mes he estado fuera con mi marido de viaje. —Sonó triste.
—¿Qué tal con tu esposo?
—Como siempre, sin ninguna novedad. —Katty intentó animarme.
—¡Vamos a divertirnos en el gimnasio, Rebe!
Entramos al gimnasio. No había mucha gente porque era un gimnasio exclusivo para gente rica, pero me gustaba el ambiente, era bastante tranquilo. Empezamos a hacer ejercicio en la cinta andadora. Katty me preguntó si iría esta noche a la inauguración de un garito nuevo.
—Harán una fiesta de apertura, ¿piensas ir? —No lo pensé dos veces.
—Pienso ir y bailar toda la noche.
—Y ligar, ¿no, Rebe? —dijo Katty atrevida.
—A ver si encuentro mi príncipe azul. —Más tarde Katty fue al baño y me puse a hacer bicicleta. Entonces pasó por allí Juan, el entrenador más chulito de todo el gimnasio. Aun así, debo reconocer que era muy buena persona. A Juan le encantaba contemplarme mientras hacía ejercicio. Al final, siempre salía con una de las suyas y esta vez no fue diferente.
—¡Ay!, Rebeca, porque eres la mujer del alcalde que si no te echaba dos polvos. —Lo miré sonriente.
—Deja de soñar conmigo, Juan —y nos echamos a reír.
—Rebe, ¿esta noche vendrás a la inauguración en NewCrest?
—Eso pienso.
—Yo también iré, ayer conocí a los dueños del pub nuevo —dijo presumido.
—¿Quiénes son?
—Dos hermanos. Uno se llama Nathan y el otro Noah. He hecho negocios con ellos. Ya te los presentaré. Por cierto, como te descubra Akira te matará. —Sonreí como una niña pequeña. En ese momento llegó Katty. Me había contagiado con la alegría de mis amigos.
—Juan también vendrá a la fiesta. ¿A qué hora quedamos? —Katty, afligida, me dio la mano.
—Rebe, no puedo. Otro día iré contigo, te lo prometo. —A través de su mirada entendí porqué no iba. Llegué a casa, tomé una ducha y me cambié de ropa. Sonó el teléfono. Tenía un mensaje de voz en el móvil.
“Hola, un amigo tuyo me ha dado tu número, espero que no te moleste. Me ha dicho que ibas a mi celebración”. —Me sorprendió mucho el mensaje. Supuse que Juan le había pasado mi número. Contesté con un wasap.
Sí, iré a tu velada, ¿tu nombre? —No tardó en contestar.
Esta noche nos conoceremos y te diré como me llamo, guapa.
Vale, chico desconocido.
Al rato llegó mi marido. Estaba arreglada esperando a Katty y saludé.
—Hola, marido. ¿Qué tal el día?
—Bien, muy ocupado.
—Akira, recuerda que he quedado con Katty.
—No llegues tarde, Rebeca. No me gusta —dijo muy severo.
—Cariño, llegaré pronto. —Quería suavizarlo y que mi salida fuera fácil. Más tarde vino Katty. Salimos a la terraza y hablamos bajito para que no nos oyera Akira.
—Katty, un chico me ha escrito. Es el dueño del pub, quiere conocerme —dije divertida.
—¿En serio, Rebe? —Katty parecía muy alegre.
—¿Tienes una cita con un príncipe?
—Más o menos. —Titubeé.
—Entonces aprovecha, Rebeca.
—Gracias, amiga. Te quiero.
—Yo también, princesa. —La cita con el chico misterioso era en el pub llamado Minépolis. Iba a entrar cuando vibró mi teléfono. Cogí la llamada y sonó una voz dulce y sensual.
—Rebeca, ¿de qué color es la ropa interior que llevas debajo de la falda? —Me quedé callada. No sabía qué decir—. Perdona, solo quería saber cómo ibas vestida. No te preocupes, sabremos quienes somos, todo el mundo me conoce, Rebeca.
—¿Todo el mundo te conoce? —pregunté desconcertada.
—Entra, Rebeca. Ya te estoy viendo y me pareces preciosa, nena. Por cierto, mi nombre es Nathan y colgó.
—¿Nathan?
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